Una oportunidad para rediseñar las ciudades
Las ciudades se definen, en gran parte, por la alta densidad de su población, un nivel elevado de movilidad y medios de transporte compartidos.
Todas estas características las convierten en uno de los principales focos de contagio de COVID-19. Por eso, la pandemia supuso una disrupción total de la vida urbana y es muy probable que genere un cambio permanente en los parámetros de convivencia que conocimos hasta ahora.
A partir de este año, por ejemplo, va a cobrar mayor importancia la distancia que nos separa de nuestros trabajos. Hacer recorridos más cortos, caminando o en bicicleta, favorece el distanciamiento social y disminuye el uso del transporte público masivo. Desde las políticas públicas habrá que pensar, entre otras cuestiones, en incentivos para que las empresas contraten trabajadores en las cercanías de su locación, o que faciliten el teletrabajo. En un futuro, el mayor uso del teletrabajo va a transformar los patrones urbanos: concentrar la población en grandes metrópolis puede ya no ser tan eficiente.
La pandemia presenta una oportunidad para construir ciudades mejores y más sostenibles, donde la proximidad, la colaboración y la ecología sean valores predominantes. En este escenario, las ciudades inteligentes o smart cities tienen una ventaja. Integrar nuevas tecnologías a la gestión permite optimizar el uso de los recursos, siempre escasos, y ampliar el alcance de los servicios públicos a toda persona que tenga un smartphone.
Hoy, son varios los gobiernos que utilizan herramientas innovadoras para contener la pandemia. La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, convocó a influencers de redes sociales para difundir información basada en evidencia sobre el manejo del virus. Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, está desarrollando nuevas políticas para que los parisinos puedan conseguir todo lo que necesitan a 15 minutos a la redonda.
En Corea del sur, Singapur, Israel se crearon prácticas de rastreo de contactos a partir de datos de los celulares y monitoreo de enfermedades. Singapur utiliza una aplicación de seguimiento entre pares llamada Trace Together, que envía las alertas de infección al ministerio de salud. Tras la epidemia del SARS en 2003, Taiwán sentó las bases institucionales para dar respuesta ante contingencias futuras, con el Centro Nacional de Comando de la Salud (NHCC por sus siglas en inglés). El NHCC ha sido capaz de articular múltiples fuentes de información en tiempo real para crear perfiles de población de mayor riesgo.
El uso de los datos personales para el bien común y la protección del individuo es otro eje de conversación que se va a reforzar a partir de este año. En una smart city, integrar más información, de los servicios públicos pero también de las personas, los comercios y las empresas, permite ajustar las políticas públicas a las necesidades de los ciudadanos. Pero el uso de datos personales genera desconfianza, y con razón. ¿Habrá un cambio de paradigma en relación al uso de los datos personales en las ciudades después de la pandemia?