Smart cities
La rápida normalización de los objetos conectados en nuestra rutina diaria va a traer consigo diversos cambios en la sociedad. Cambios que afectarán profundamente a la arquitectura de las ciudades, centros clave donde – según afirma ONU-Hábitat – en 2050 ya convivirán siete de cada diez personas. Eso teniendo en cuenta que se estima que ya seremos casi 10.000 millones de personas en todo el globo. Son muchos los pasos a seguir para que estas ‘ciudades futuristas’ sean una realidad.
Aunque ya hay varios países que han aceptado el reto y empiezan a llevar a cabo complejos procesos de modernización. Nueva York y su impresionante rascacielos que esconde en su arquitectura una auténtica ciudad inteligente (el proyecto Times Squared 3015); París (que quiere sacar adelante Paris Smart City 2050) o el que en la actualidad es el edificio más sostenible del mundo: The Edge, en Ámsterdam.
Este último es una oficina que produce de forma autónoma el 102% de su energía mediante paneles solares. Además es un edificio dinámico con salas de deporte y espacios diáfanos. Mide, a través de sensores, la actividad y productividad de los trabajadores para ‘obligarles’ a establecer descansos en sus momentos de mayor desgaste moviendo la mesa de manera automática. Los puestos de trabajo cambian cada día y se adaptan, mediante datos, a las preferencias de cada persona.
Cada empleado puede ver en su smartphone qué puestos hay disponibles en el espacio de oficina y qué plazas hay en el parking inteligente. Y así, desde el propio móvil, reservarlos antes de subir a trabajar o de aparcar el coche. Estos datos, a la vez, se comparten con los demás empleados para que sepan dónde podrán trabajar o qué salas de reuniones están libres. Se trata sólo de un edificio, pero pone de manifiesto las tendencias hacia las que se mueven todos los proyectos de ciudades inteligentes del mundo.
Si ampliamos este concepto de edificio a un proyecto de ciudad completa, el resultado puede ser impresionante.
En cuanto a los atascos, un problema grave a tener en cuenta en los núcleos urbanos, a través de conectores y cámaras se puede medir la afluencia de tráfico y redirigir a los vehículos hacia rutas alternativas en caso de que haya algún accidente o de que algún obstáculo impida el paso en una calle concreta. Es el caso de proyectos como los de Wyoming (Florida) en los que la tecnología V2V (vehículo-vehículo) y V2I (vehículo-infraestructura) lo hacen posible.
La recolección de residuos también puede hacerse inteligente mediante contenedores conectados que son capaces de detectar cuándo están llenos y avisan a los operarios para que los vacíen. De esta manera se ahorra energía y se lleva a cabo una tarea – tan necesaria para garantizar la calidad de vida en las ciudades – de forma eficiente y automatizada. También avisan en caso de malos olores o averías. Este proyecto ya funciona en las calles de Manhattan (Nueva York). Además, ofrecen puntos de WiFi gratuito a residentes y turistas, todo ello impulsado a través de energía proveniente de paneles solares.
Nuestro país también ha visto la oportunidad de aprovechar las ventajas de la tecnología y ha creado una organización llamada RECI (Red Española de Ciudades Inteligentes) además del Plan Nacional de Ciudades Inteligentes, que promueve la creación de proyectos para la modernización de nuestras ciudades. Esta iniciativa busca recibir prototipos interesantes para cada ciudad y otorga un presupuesto para llevarlos a cabo. En agosto del pasado año se repartieron 63 millones de euros entre 14 diseños de ciudad inteligente en España.
Otro proyecto a tener en cuenta dentro de nuestras fronteras es el que Barcelona mostró en el Mobile World Congress 2017: los resultados de una investigación en la que pretendía analizar el comportamiento de los turistas que transitaban cerca de la Sagrada Familia. El objetivo era conocer tanto la manera en que interactúan en la zona como a qué horas van o cuánto tiempo permanecen en este enclave turístico. Una de las conclusiones que sacaron es que, de media, suelen quedarse unos 40 minutos en esta área y otra muy interesante es que suelen acceder y marcharse utilizando la misma boca de metro. También identificaron la nacionalidad de los turistas, mediante las conexiones de WiFi gratuito que habilitaron.
Esta información, estos datos, es muy útil para los diferentes motores económicos que mueven a una ciudad (Hostelería, Restauración, Marketing…) ya que permite tomar medidas en temas como el transporte, además de ofrecer servicios que se adapten a las necesidades, tanto de la ciudad, como de quienes la visitan. Por ejemplo, conociendo la afluencia de turistas en cada momento del día, aparte de la idiosincrasia y las costumbres de cada nacionalidad, los establecimientos hoteleros y los bares y restaurantes de la zona pueden predecir a qué horas habrá más visitantes y tomar decisiones al respecto.
Hay muchos modelos de negocio detrás de toda esta tecnología y de cada engranaje para hacerla efectiva y funcional. Todos los sensores y aplicaciones producirán cantidades ingentes de datos que pueden aportar mucha información relevante sobre la vida en las ciudades y los habitantes que viven en ellas. Para llegar a convertir en realidad los prototipos, eso sí, han de convivir seguridad, comodidad, sostenibilidad y colaboración como bases sobre las que construir una verdadera ciudad inteligente.
Seguridad, porque mediante data se pueden identificar tanto los puntos clave para la prevención de accidentes de coche como los lugares conflictivos en cuanto a criminalidad y personas susceptibles de cometer un crimen o de ser víctimas del mismo. Parece que hablamos de la película Minority Report, pero este sistema ya lo utiliza la policía de Los Ángeles o de Atlanta.
Comodidad, porque hacen mucho más accesibles, fáciles y eficaces las actividades cotidianas de sus habitantes.
Sostenibilidad, ya que el uso eficiente de recursos y el ahorro energético es – y debería ser – una prioridad en todos los edificios e infraestructuras de una ciudad inteligente.
Y, por último, Colaboración, porque los propios ciudadanos participan de una red colaborativa en la que reportan los errores y problemas que se presentan cada día y en la que proponen mejoras para hacer de las ciudades lugares cada vez más inteligentes y favorables en los que vivir.