La impresora 3D que se pliega sola
Las impresoras de papel de bajo coste abrieron un nuevo mundo de posibilidades a los consumidores. A mediados de los años 80, las personas pudieron empezar a materializar en papel todo lo que escribían en el ordenador. Una joven empresa de Zaragoza, Turtle 3D Printer, pretende replicar este fenómeno con la impresión 3D. Su intención es que cualquiera pueda tener una máquina de fabricación aditiva encima del escritorio. Para ello era obligatorio reducir el tamaño estándar de la tecnología, pero sin perjudicar las dimensiones de los objetos producidos. La solución que proponen se llama Lora y es la primera impresora 3D del mundo autoplegable.
Turtle 3D Printer nace hace año y medio cuando sus fundadores descubrieron una oportunidad de negocio en la impresión 3D. En un mercado cada vez más competitivo donde «diariamente aparece un fabricante nuevo» animado por las previsiones de negocio -Gartner augura que esta industria generará casi 1.300 millones de euros en 2015-, la empresa de Zaragoza ha solucionado una necesidad hasta ahora no cubierta. Y en tiempo récord. Aprovechando su experiencia en el ámbito industrial, la empresa ha logrado diseñar y desarrollar dos nuevas máquinas, que recientemente ha presentado en la 3D Print Show de Madrid.
«Detectamos que la industria se estaba centrando en el desarrollo de impresoras grandes, pero no todo el mundo necesita imprimir esos volúmenes», recuerda el CEO de Turtle 3D Printer, Óscar Asiain. Así que se decidieron por desarrollar máquinas de escritorio. «Están pensadas para consumidores o profesionales que no tienen el espacio suficientepara albergar una máquina de grandes dimensiones», explica.
La primera de ellas es Lora, la primera impresora autoplegable del mundo. «Sí que existen otras máquinas que se pliegan, pero de forma manual, así que requieren del esfuerzo del usuario para poner o quitar los tornillos», indica Asiain. La impresora de Turtle 3D Printer lo hace todo sola. La ‘startup’ ha diseñado y desarrollado un sistema, protegido bajo patente, que permite a su máquina desplegarse conforme va trabajando sobre el eje Z, es decir, verticalmente. «Así hemos conseguido reducir en más de un 50% la altura total de la máquina», afirma.
Cuando empieza a funcionar, Lora tiene una altura de 200 milímetros. Mientras imprime va creciendo hasta que, cuando termina la pieza final, alcanza su distancia vertical máxima, de 365 milímetros. Sin olvidar su peso, de tan sólo seis kilogramos. «Lora se ha diseñado desde fuera hacia dentro, lo que ha permitido minimizar su tamaño, pero manteniendo una gran superficie de impresión», destaca el CEO. De hecho, hasta puede albergar en su interior puede La tecnología está pensada tanto para el mercado doméstico como para el profesional, como por ejemplo, estudios de arquitectura o diseñadores.