Impresión 3D en hospitales para tratar problemas óseos
El servicio de Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid son pioneros en el uso de la impresión 3D como parte del tratamiento tras sufrir un tumor o una fractura grave. «La clave está en profesionalizar una herramienta doméstica para un uso tan avanzado como el médico-quirúrgico. Está pasando en muchos otros sectores, como la arquitectura o la aeronáutica. Los usuarios finales lo trasladan a su campo de competencia, y en nuestro caso hemos conseguido una traslación directa a nuestros pacientes. Existe una brecha digital y formativa muy importante en materia de nuevas tecnologías, pero estamos convencidos de que con un poco de dedicación cualquier médico (extensible a profesionales sanitarios) puede emplear la impresión 3D doméstica de manera natural en su actividad asistencial, docente e investigadora habitual», explica Rubén Pérez Mañanes, del Servicio de Traumatología del hospital.
Las razones para apostar por este tipo de dispositivo en el centro han sido económicas y de tiempo. «Hemos documentado ahorro de tiempo quirúrgico, y por lo tanto de costes. Empleando plantillas impresas en 3D en la cirugía de osteotomía de rodilla, por ejemplo, se acorta el tiempo quirúrgico en un tercio, se reduce en más de un 70% la dosis de radiación intraoperatoria al emplear mucha menos escopia radiológica, y se mejora la precisión de la cirugía con un margen de error de menos de un grado de desviación respecto a lo planificado. El material de impresión es muy barato. Las piezas que fabricamos tienen un coste inferior a un euro la mayoría de las veces. En las cirugías oncológicas hemos conseguido acortar significativamente el tiempo gracias a que disponemos de la pieza impresa en 3D durante la cirugía», apunta Pérez Mañanes.
Esto significa que mientras unos realizan una parte del proceso durante la intervención quirúrgica a un grupo les permite adelantar pasos sobre el modelo de plástico (modelado de placas, tallado de injertos, simulación de osteosíntesis…) mientras otros miembros del equipo van interviniendo sobre el paciente. «Resulta maravilloso que con una tecnología doméstica tan barata se puedan hacer cosas de tanta trascendencia». En lo que respecta al proceso, reducir la duración de la cirugía está directamente relacionado con la reducción de la probabilidad de infección quirúrgica o de complicaciones anestésicas. «Además estamos documentando una mejora considerable en la precisión quirúrgica que se alcanza empleando ayudas intraoperatorias impresas en 3D. Con la impresión 3D hemos entrado en la era de la cirugía de precisión personalizada», puntualiza Pérez Mañanes.
Las impresoras 3D domésticas imprimen en termoplástico la mayoría de ellas. Nosotros empleamos en concreto PLA (ácido poliláctico) que se lleva empleando en cirugía desde hace muchos años en materiales de sutura, por ejemplo. Pérez Mañanes explica: «Con el diseño 3D, ya sea el obtenido de una prueba radiológica o construido virtualmente mediante software de edición, podemos imprimir tantas copias como necesitemos y hacer tantos ensayos del procedimiento como consideremos. Dependiendo del tamaño y la calidad de la impresión, se pueden conseguir las piezas en menos de tres horas. Habitualmente en menos de una. Y ya según se destine a uso quirúrgico o no, se esterilizan y preparan para tenerlas listas el día de la intervención. Las piezas nunca se implantan en el paciente. Son ayudas desechables». Con la impresión 3D se puede mejorar todo el proceso clínico, como manifiesta Pérez Mañanes: «La comunicación con el paciente, la planificación de la intervención, la simulación y docencia del caso (fundamental en un hospital universitario) y la ejecución quirúrgica. El modelo 3D impreso facilita todos esos pasos. Donde más nos está sorprendiendo es en la parte intraoperatoria, pues faculta que cualquier idea de mejora de un procedimiento se pueda convertir en una solución real fabricada en 3D por el propio clínico especialista».